Salí de la facultad, me tenía que encontrar con Diego que estaba trabajando. Me dijo que terminaba en diez minutos y venía. Entonces me fui un rato al parque centenario y me quedé mirando el agua y los grupos de patos que daban vueltas en busca de algún pedazo de pan que alguien les tire. Era un día espectacular, de los que no se pueden ubicar en ninguna estación más allá de que estemos en otoño. No hacía tanto calor para asociarlo al verano, tampoco era de esos días destemplados ventosos típicamente otoñales. Había un sol brillante que calentaba lo suficiente y ni una nube. No sé si era ideal para meterse en un museo, pero la cita era allí. Luego Diego me avisó que estaba en camino y fui a esperarlo a una esquina. Llegó a los pocos minutos, y tomamos Scalabrini Ortiz derecho sin tener en cuenta que cambia de mano en Santa Fe, dudamos por un instante del camino pero seguimos por Salguero y llegamos a Figueroa Alcorta.
Arribamos al Museo de arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). Yo ya había ido con el colegio, mi compañero no lo conocía y quedó impactado con el edificio. Es cierto, éste tiene su impronta porque fue construido específicamente para albergar a un museo, sin meterme en cuestiones técnicas de arquitectura, sin duda esta construcción se distingue. Los miércoles con libreta universitaria la entrada es gratuita, buen detalle por si a alguien le interesa ir. Nos hicieron dejar las mochilas en un guarda ropa. Lamentablemente no pudimos ingresar a las salas con la cámara por lo que llevamos únicamente nuestros anotadores. Subimos al primer piso en donde están las exhibiciones permanentes, y me vinieron algunos recuerdos a la mente de mi anterior paso por el museo. El ambiente era muy ameno para la observación y el deleite del espectador, un silencio casi relajante en todo el espacio, poca gente deambulaba por las salas tranquilamente sin la velocidad de la ciudad. Parece que apenas uno cruzara la puerta de entrada al museo se transformase dejando atrás el vértigo cotidiano para dar paso a la apertura de los sentidos y a una sensación de bienestar y goce muy poco habitual. Notamos que había muchos extranjeros disfrutando del arte latino, lógicamente los museos son siempre un punto de atracción turística. Allí se exponen obras divididas por periodos (1930-40, 1950-60, 1970-80, etc.) de artistas de varios países de Latinoamérica. Nos sorprendió la cantidad de pinturas de artistas brasileños, eran la mayoría, su creatividad es impresionante. Había una curiosa performance en la que Marta Minujín paga la deuda externa argentina a Andy Warhol con choclos, el oro latinoamericano. Lo que más me gustó fueron las obras del genial Antonio Berni de gran contenido social y con una nitidez y detallismo envidiables.
Nos dirigimos al segundo piso, en donde se encuentra la exposición que fuimos a ver, titulada “Caminos de la vanguardia cubana”. El nombre me sugería innovación, novedad y progreso en el arte de esta isla maravillosa. Ésta recorre el movimiento cubano de vanguardia situado desde 1920 hasta mediados y fines de los ’40. Una introducción escrita en una de las paredes nos da una primera idea de la muestra: “El universo ideo-conceptual de Cuba se estructuró en tres principios básicos: el nacionalismo, el universalismo y el sentido de responsabilidad social asumido por los miembros. “La exposición intenta hacer un recorrido por el espíritu de una época en a la que todos los empeños se unieron para darle fundamento y esencia al a nación cubana. De ahí la selección de aquellos temas susceptibles de mostrar los aportes esenciales del vanguardismo cubano, así como de los artistas y obras capaces de expresarlos.” El salón está compuesto por paredes de durlock movibles; ideales para muestras temporarias; de distintos colores (blanco, amarillo, naranja,). El techo es muy alto. Hay luces dicroicas que iluminan cada cuadro, son claras y tenues. Como en el primer piso el silencio era protagonista, aquí había menos gente recorriendo la sala por lo que la armonía era mayor aún. La primera parte de la muestra se centra en la mujer, mostrándola en distintas situaciones de la vida cotidiana (en sus casas, en un parque, en reuniones, etc.). Algunos de los pintores son Amelia Peláez, René Portocarrero, Víctor Manuel García y Jorge Arche. También hay desnudos representando a la mujer fuera del ámbito doméstico y exaltando su erotismo, de artistas como Massaguer, Joaquín Blez y Carlos Enríquez. Son cuadros transgresores que se corresponden con el espíritu de transformación introducido por los vanguardistas. Obras que no pasaron por alto en la sociedad conservadora de la época. Carlos Enríquez afirmó en un escrito “Nuestra vida nacional gira alrededor del sexo”, en clara alusión a los cambios que se daban en la sociedad. Con “La Taberna” de Arístides Fernández se ven los primeros hombres en los cuadros. Empiezan a haber pinturas de paisajes. Wifredo Lam pintó figuras y naturalezas muertas en relación con la poesía de los africanos llegados a Cuba, los ancestros de su pueblo. En la parte final de la exposición nos adentramos en la idea del nacionalismo, en donde artistas como Marcelo Pogolotti o Eduardo Abela representan la realidad de la época, (máquinas, el puerto, los trabajadores, la clase obrera, manifestaciones, el trabajo forzado, la industria) son algunos de los elementos que utilizan y que dan una idea al observador del desarrollo de la sociedad cubana de aquellos años y la visión minuciosa del ojo del artista.
En cuanto a la parte técnica, las pinturas son la mayoría sobre papel, en tela en menor medida. Los artistas utilizaron lápiz, tinta, témpera, acuarela, crayones y óleo. En fin, un poco de todo. Sorprendente la calidad de los cuadros hechos con lápiz, tinta o crayón.
Creo que “Caminos de la vanguardia cubana” refleja claramente la necesidad de expresión del pueblo cubano, deseoso de mostrar sus ideas, sus gustos, su realidad. Busca exaltar lo suyo, sus raíces. Combinando lo social, lo cotidiano y la transgresión en su arte sin importarle el conservadurismo de aquellos años a esta nueva generación de artistas. Nos muestra qué es lo cubano, su identidad y dignifica su cultura.
Regreso a casa contento de haber pasado un gran día en el museo, muy a gusto con la exposición. Regreso con el deseo de visitar esa isla bellísima y conocer más sobre su cultura y su arte, y con la seguridad de llevarme una parte suya conmigo.
memoria textual - ¡¡¡invitación!!!
Hace 9 años
Adoro el Malba...
ResponderEliminarEl año pasado estuve un tiempo en un alquiler temporario en buenos aires, y quede fascinada con ese lugar
LO RECOMIENDO