A las 15 horas de un día domingo me fui a la terminal de colectivos de la línea 168 en el bajo de San Isidro. Literalmente me metí en la terminal y me acerqué a un chofer que ajustaba los últimos detalles para salir, le pregunté si me podía subir y me dijo que ahí no que lo espere en la parada que está en la cuadra de enfrente a la salida de la terminal. Lo espero unos minutos y salió uno en el cual no estaba el chofer que no era el que me había indicado el lugar de espera ¿sería un fantasma pensé? Por ser día domingo el colectivo estaba vacío, era como si fuese un viaje solo para mí. De a poco se subía gente, pero de una persona y cada largos tramos del trayecto. El viaje transcurre por la bella avenida del libertador, entre tipas y restaurants pasando los barrios de Acassuso, Martínez, La Lucila, Olivos y Vicente López. Allí subía gente de clase media alta. Ingresamos en capital y aumenta el movimiento: más autos, más colectivos, más gente paseando y deambulando por ahí. Dentro del transporte en el cual me encontraba comenzó a llenarse. Claramente era distinto el movimiento a un día semanal, uno se daba cuenta también por la fauna en el colectivo, todas las personas estaban vestidas informalmente no había oficinistas, ni estudiantes, ni obreros, solo pasajeros yendo quizás a visitar algún familiar o a casa de amigos para compartir ese soleado día dominical. Algunos subían con facturas y tortas para la merienda, debo reconocer que me dieron unas enormes ganas de comer cuando vi a una chica que subía con medialunas y me dije "uh que bueno medialunas y un buen mate ahora". Pero era complicado estaba viajando y no iba a bajar en ninguna panadería porque la etnografía quedaría a medias. En capital la gente que entró ya era de distintas algunos de clase media o media alta por la zona de Belgrano y Colegiales, otros clase media-baja ya por el abasto o Constitución. Dicho sea de paso el shopping del abasto estaba abarrotado de gente, imagino, como todos los fines de semana. Las plazas y los parques también estaban muy concurridos muchas famlias con chicos correteando con una pelota o jugando con su papá en las hamacas. El parque Lezama con una feria inmensa en la que se vende de todo al parecer desde mi lugar. Llegamos a La Boca, y yo sin la más remota idea en donde terminaría el recorrido. Hasta que en un instante el chofer me pega un grito “eh flaco acá termino eh!!!”, eso no me gustó fue como un bajate ya!!!, en realidad el tono con que lo dijo, imperativo. En fin baje en una calle cualquiera del barrio sin saber en dónde estaba, ósea sin conocer ni ubicarme en la zona. El problema era como volvería, di un par de vueltas por calles desoladas, donde solo vi dos chicos tomando mate en la puerta de una casa, y vi una parada. Me acerqué y efectivamente era la del 168. El retorno fue más aburrido, quizás, también mi atención ya se había perdido y quería llegar a casa. Fue una linda experiencia el detenerse en lo que ocurre en un lugar al que uno está habituado pero no repara en todo lo que ocurre en él. La diversidad de personas de distintas clases sociales; y a su vez cada una con sus características particulares (vestimenta,accesorios para escuchar música y demás); con la que uno se encuentra es fascinante. Pero en ese ámbito heterogéneo que es el transporte público todo se homogeniza al ser todos simplemente pasajeros.